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Tyrande, Protagonista en la Campaña de los Elfos Nocturnos y Aliada en la Campaña de las Centinelas.

 

Tyrande Whisperwind creció junto a los dos gemelos Malfurion e Illidan en la ciudad Kaldorei de Suramar. Los tres eran inseparables, jugando en los bosques, compitiendo, y aprendiendo a cazar. Tyrande superaba constantemente a los hermanos. Conforme iban creciendo y entrando juntos en la madurez, cada uno encontró su propio camino.

Tyrande encontró el suyo en el Templo de Elune de Suramar, donde ingresó en el noviciado de la orden de las Hermanas de Elune. Malfurion, mientras, fue aceptado como discípulo por el poderoso semidiós Cenarius, e Illidan por contra, prefirió buscar por sí mismo los caminos de destino, en las artes de la magia arcana. Illidan estaba profundamente enamorado de Tyrande, pero su hermano nunca se percató de esa rivalidad de Illidan por el corazón de la elfa. 

Cuando la Guerra de los Ancestros comenzó, Tyrande ayudó a convencer a Illidan para abandonar a los Altonatos, que se habían corrompido debido al uso excesivo de la magia que les proporcionaba el Pozo de la Eternidad. Tyrande le enseñó a controlar su insaciable adicción a la magia mientras organizaban la inminente ofensiva. Cenarius consiguió como aliados a los dragones rojos de Alexstrasza para luchar a su lado, con los que declararon la guerra a la Legión Ardiente, la Reina Azshara y su corte de siervos nobles. No fue hasta la batalla contra la Legión, cuando se observó la innata capacidad que poseía Tyrande para canalizar el poder de Elune lo que la convirtió en la más capacitada de su orden. Tyrande fue durante largo tiempo el centro del triángulo amoroso entre Malfurion y su hermano Illidan, aunque finalmente fue a Malfurion a quien ella correspondió. Puede decirse que rechazar a Illidan fue lo que hizo que este traicionara a los demás elfos nocturnos y recreara el Pozo de la Eternidad, aunque su adicción a la magia contribuyó, sin duda.

Cerca del final de la guerra, Tyrande supo de la muerte de la principal sacerdotisa de su orden, Dejahna, a manos de la Legión Ardiente, y cómo en sus últimos momentos nombró como su sucesora a una favorecida por Elune y tocada por el mismo poder de la Diosa: ella. De esta manera, Tyrande fue obligada a aceptar su rol como Suma Sacerdotisa, hecho que le provocaba un gran excepticismo ya que tenía sus reservas en cuanto a ser capaz de guiar a los elfos nocturnos

A medida que Tyrande sentía crecer la energía del portal de Azshara, supo que debían detener el flujo constante de demonios que llegaban como refuerzos. Malfurion propuso la idea de destruir el Pozo de la Eternidad, que era sin ninguna duda el lugar exacto donde se localizaba el Portal. Al principio, Cenarius y Alexstrasza se mostraron cautelosos, sabiendo que el Pozo de la Eternidad era a la vez la fuente de sus poderes por lo que destruirlo significaba perder la inmortalidad y la primera fuente de magia que abastecía a su civilización. Tyrande, sin embargo, aunque amaba el poder y la inmortalidad que el Pozo le proporcionaba, comprendió que debían destruirlo si querían salvar el mundo de la Legión Ardiente. Gracias a sus dotes de persuasión, convenció a ambos para seguir adelante. Sin embargo Illidan, que había pertenecido a los Bien Nacidos y sufría de adicción a la magia del Pozo de la Eternidad, no la quiso escuchar, y a pesar de las súplicas de Tyrande, abandonó a su hermano para avisar a Azshara. Tyrande y Malfurion planearon una rápida ofensiva contra ellos antes que consiguieran organizarse, pero llegaron tarde. Azshara, advertida por Illidan, tenía todo listo, y la magia que lanzó contra sus ejércitos los devastó.

Mientras Malfurion luchaba en la entrada, Tyrande se infiltró en el Palacio de Azshara junto a un pequeño grupo de Centinelas y lanzó un ataque desde la retaguardia, pero fueron repelidas por los guardaespadas de la Reina. Aunque las centinelas los destruyeron, la mayoría murió, y Tyrande sufrió heridas críticas. Viendo a su amada cayendo en batalla, Malfurion encolerizó, y atacó a Azshara. Su batalla provocó que el conjuro de los Quel'dorei se volviera un caos, y el Portal que había tras el Pozo de la Eternidad se colapsara con tal fuerza que destruyó el propio Pozo. Tras esto el mundo se desgarró, la tierra sufrió una gran devastación que la dividió en varios fragmentos mientras las inundaciones devoraban las tierras del norte de Kalimdor.

Tyrande, logró sobrevivir al Gran Cataclismo, y ayudó a guiar a los supervivientes a un nuevo hogar, cruzando las aguas hacía los dominios de Cenarius en el Monte Hyjal. Cenarius y Malfurion, que también habían sobrevivido, se unieron a la expedición y emprendieron el largo viaje a casa juntos pensando que todo había terminado. Sin embargo para su desgracia, un lago en la cima del Monte Hyjal se había corrompido por las energías mágicas del Pozo de la Eternidad, el que esperaban que se hubiera destruido por siempre. El causante fue Illidan, que había tomado varios viales de las aguas del Pozo antes que fuera destruido y los había arrojado al lago, creando un nuevo Pozo de la Eternidad. Malfurion, sabiendo que la adicción a la magia de Illidan sería siempre una amenaza para la seguridad del mundo, encerró a su hermano en las cavernas bajo Hyjal, conocidas como los Túmulos profundos. Sin embargo, con el cataclismo fresco en sus mentes, Tyrande y los Kaldorei no se atrevieron a destruir el nuevo Pozo. Tyrande, lentamente, fue reconstruyendo la sociedad Kaldorei. Después de la creación del Árbol del Mundo, y el exilio de los Quel’dorei, Malfurion sabía que tendría que dejar a Tyrande para volver al Sueño Esmeralda. Tyrande, que no quería quedarse sola, le suplicó que se quedara, pero él insistió, y comenzó el proceso de hibernación en los túmulos del Claro de Luna, junto al resto de los druidas. Tyrande y las restantes mujeres Kal'dorei formaron el ejército de los Centinelas, y mantuvieron la paz en Vallefresno con la ayuda de los hijos e hijas de Cenarius, los guardianes de la arboleda y las dríades, y la mayoría de las criaturas que conocían y amaban a la Diosa de la Luna. Sin embargo, a pesar de su devoción a Elune, la ausencia de Malfurion, hizo sentirse a Tyrande perdida y sola. Los siglos pasaron, cuando de pronto, una nueva amenaza llegó a sus costas. 

Las Centinelas Hojas de sombra, guiadas por Shandris Plumaluna, regresaron al Monte Hyjal para informar con pesar, que Cenarius había sido asesinado por unos invasores de piel verde que habían llegado a través del mar. Las criaturas habían comenzado a talar los árboles del bosques, y corrompiendo a los animales salvajes. Tyrande reunió a las Centinelas otra vez, mientras sentía cómo iba creciendo un poderoso mal. Shandris, en concilio, sugirió que tal vez proviniera de los orcos, pero aún así, Tyrande decidió estar alerta porque sentía que había algún oscuro poder ocultándose en las sombras, por lo que decidieron descender de la montaña y comprobar el terreno. Durante su corto viaje, Tyrande encontró a un grupo de furbolgs que trataban de abandonar Vallefresno, antes de que fuera corrompido, a los que ayudó a reunir a su gente.

Después de asesinar al Duque Corazón de León, una gran e inesperada invasión de muertos vivientes atacaron la base, y tanto orcos como humanos fueron rápidamente superados. Tyrande se apresuró a retirar a sus soldados, sabiendo que su pequeño destacamento no podía luchar contra semejante número de efectivos enemigos. Huyeron durante horas, perseguidas sin descanso por los muertos vivientes. Finalmente los alcanzaron, y fue entonces cuando se reveló la identidad de su diabólico líder, ni más ni menos que Archimonde.

Las consecuencias fueron terribles, Archimonde asesinó a casi toda la compañía, y hubiera hecho lo mismo con Tyrande si ella no hubiera usado rápidamente los poderes de Elune para esconderse en las sombras. Furioso, Archimonde ordenó a sus guardias apocalípticos encontrarla y darle muerte. Con la esperanza de poder avisar a Shandris antes de que su regimiento fuera atacado, Tyrande usó sus poderes para atravesar los bosques sin ser vista. Por el camino encontró a los supervivientes de su grupo y, tras reunirlos, atacaron la base no muerta que bloqueaba el camino hacia el campamento de los centinelas de Shandris Plumaluna, al otro lado del río. Tras los últimos acontecimientos, Tyrande supo que era la hora de despertar a los druidas. Dejó a Shandris a cargo de defender los bosques de Vallefresno, mientras ella se apresuró a llegar los túmulos donde se encontraban los druidas en Claro de Luna. Por el camino, las dríades le dijeron que Tichondrius y La Plaga estaban avanzando hacia el túmulo de Malfurion y que el camino hacia el Cuerno de Cenarius estaba bloqueado por un asentamiento orco. En una carrera contra el tiempo, Tyrande atacó y atravesó el campamento orco, y tras vencer a los guardianes elementales de Claro de Luna (Fuego, Hielo y Rayo), recuperó el cuerno con el que despertó a Malfurion, su amor. Una vez con los pies en el suelo, Malfurion dedujo que los planes de Archimonde eran asaltar Nordrassil, el Árbol del Mundo, y robar sus energías para convertirse en un dios. Juntos se dirigieron a Cuna del Invierno para despertar a los Druidas de la Garfa, sin embargo, cuando llegaron, Tyrande encontró a la tribu Furbolg, que había ayudado anteriormente a escapar de Vallefresno, corrompida. Al parecer no pudieron escapar finalmente de la corrupción que se instaló en Frondavil, y Tyrande, sin otra alternativa, terminó con su sufrimiento de una vez por todas. Malfurion notó que Tyrande había cambiado con respecto a cómo la recordaba, y ella respondió secamente que 'no había tenido el lujo de dormir mientras el peligro los acechaba'. Al parecer, a pesar de lo mucho que lo amaba, prefería que hubieran pasado todo este tiempo juntos en lugar de verlo cumpliendo sus tareas en el Sueño Esmeralda

Después de que los Druidas de la Garfa fueran despertados, se dirigieron a la base del Monte Hyjal, donde entraron a los Túmulos para reunirse con los Druidas de la Zarpa. Al poco se toparon con una puerta élfica, y Malfurion la reconoció rápidamente como la puerta de la prisión de su hermano, Illidan. Tyrande pensó que quizás deberían liberarlo, aduciendo que sería un aliado poderoso para enfrentarse al enemigo. Malfurion le prohibió hacerlo, a lo que Tyrande respondió con furia, alegando que él no podía prohibirle nada. Dicho y hecho, reunió a las Centinelas y entró a la prisión, mientras el druida continuaba su camino para despertar a sus hermanos. Tras luchar contra Califax y sus acólitos, de desafiar a Maiev, la carcelera de Illidan, Tyrande lo encontró, y le pidió que volviera para ayudar a su gente. Illidan, aún enamorado de Tyrande, dijo que lucharía contra los demonios, pero no por los elfos nocturnos. Cuando se reunieron con Malfurion, este se enfureció con Tyrande por su insolencia, y le dijo que él no quería tener nada que ver con lo que hiciera su hermano.

Illidan se marchó a Frondavil a luchar contra los demonios dejando a Tyrande con Malfurion. Cuando encontró a Tichondrius y lo atacó, tanto Tyrande como Malfurion sintieron desde la distancia la fiereza de la batalla. Con premura, reunieron un pequeño ejército para que sirviera de apoyo en la lucha pero cuando llegaron, se encontraron con que el Azote y Trichondrius habían sido destruidos, y a un Illidan victorioso, convertido él mismo un un demonio. Tyrande estaba aterrada, y no puso objeción a Malfurion cuando este decidió desterrar a su hermano de los bosques para siempre. 

Rápidamente, Malfurion llevó a Tyrande a una colina en Vallefresno, donde se reunieron con los líderes de los ejércitos no nativos que ocupaban en ese momento Kalimdor, Thrall y Jaina Proudmoore. Tyrande, furiosa por lo que habían provocado, reaccionó violentamente con la intención de expulsarlos, argumentando que allí no tenían sitio, cuando de repente, apareció la figura de un cuervo a la que se conocía como el Profeta, revelándose como Medivh, el último Guardián de Tirisfal, que era quien había convocado realmente la reunión apareciéndose en sueños a Malfurion, Thrall y Jaina. Medivh les dijo que su enemigo no era ninguno de los que estaban presentes, y sólo vencerían si unían fuerzas. Tyrande, con la muerte de Cenarius a manos de los orcos aún en su mente, estaba indecisa, pero inmediatamente se dio cuenta que no tenía otra opción. Así que, juntos empezaron a planear la defensa de Hyjal para evitar que los demonios llegaran a Nordrassil. Tyrande, Malfurion y Shandris ayudaron a defender la base de Lady Jaina que se encontraba en la primera línea del ataque de la Legión, hasta que fue finalmente reducida y tomada. Tras eso se dirigieron a apoyar a la de Thrall que se encontraba en una posición un poco más elevada. A pesar de la defensa numantina que habían levantado, Archimonde atravesó las barricadas y destruyó el asentamiento Kal'dorei que se encontraba en la altiplanicie como último bastión de la defensa. A pesar de lo que podía pensarse en un primer momento, todo iba según lo planeado.

Al verse tan cerca de la victoria, Archimonde se dirigió al Árbol del Mundo, sin percatarse en los Guardianes Ancestrales que había cocentrados a los pies de Nordrassil. Cuando el general de la Legión Ardiente estuvo lo suficientemente cerca del árbol, Malfurion hizo sonar el Cuerno de Cenarius, y los Guardianes Ancestrales se lanzaron en masa hacia Archimonde, explosionando en una detonación masiva que desintegró al gigante Eredar al instante, incendiando a Nordrassil y toda la región adyacente.

Tras el final de la titánica batalla, los aliados tomaron distintos caminos. La gente de Jaina se asentó en la isla de Theramore, los Tauren de Cairne Bloodhoof se asentaron en la Cima del Trueno en Mulgore. Thrall por su parte fundó la nación de Durotar, y Tyrande y Malfurion llevaron a su gente de nuevo a Vallefresno para comenzar a reparar el daño causado en los bosques por la Legión Ardiente. 

Tras varios meses de reconstrucción, la tarea de Tyrande y Malfurion fue interrumpida por un mensajero de Maiev, que informó que había sido duramente atacada por Illidan en las Islas Abruptas. Malfurion decidió ir a ayudarla, y Tyrande lo siguió. Ambos navegaron hacia el este hasta tocar tierra. Allí pelearon valientemente contra los insidiosos nagas de Illidan hasta llegar hasta Maiev. La carcelera, al verlos, agradeció a Malfurion la ayuda prestada, pero forzó una mueca de desprecio al ver a Tyrande a la que reprochó su actitud al liberar a Illidan en el pasado, señalando los cadáveres de sus compañeros caídos durante la refriega. Ante el cariz que iba tomando la discusión, con Maiev sugiriendo que quizás Tyrande debería ser encerrada y con la batalla aún en marcha, Malfurion se vio obligado a intervenir ya que la seguridad del mundo dependía de que ellas dos estuvieran del mismo lado.

Illidan se situó entonces cerca de Tyrande a la que confesó que todo esto que hacía era para mostrarle su gran poder. Sin embargo, Tyrande le reveló un detalle que llevaba rondando a Illidan desde hacía 10.000 años; la elfa creía que el poder mágico nunca podría reemplazar a la verdadera fuerza interior a la que anteponía sobre todas las cosas. Ese fue el motivo por el que eligió a Malfurion y no a él. Lo último que Tyrande le dijo fue que ahora comprendía que fue un error liberarlo. A medida que iba avanzando la batalla y la victoria estaba cada vez más cerca de los elfos, Tyrande se percató de que Illidan huía, y lo persiguió. Illidan la atrapó, pero le perdonó la vida. Cuando Malfurion y Maiev llegaron, Illidan levantó el vuelo rápidamente y huyó. 

Los tres héroes empezaron entonces una persecución por mar hacia el este hasta que llegaron a una extraña e inexplorada tierra. Malfurion la reconoció como las tierras de Lordaeron. Al ver el bosque arruinado por el paso de La Plaga, sintió que debía comunicarse con sus espíritus. Dejó a Tyrande y Maiev y se adentró en la espesura, advirtiéndoles sobre resolver sus conflictos en otro momento.

Mientras Malfurion estaba en el bosque, ellas comenzaron a buscar signos de Illidan. En plena fanea, se cruzaron con un grupo de elfos sanguinarios, guiados por el príncipe Kael'thas que les explicó que estaban siendo superados por el Azote y que estaba recogiendo sus bártulos para evacuar a sus tropas a través del cercano río Arevass. Tyrande decidió ayudarles, a pesar de las protestas de Maiev. La carcelera creía que deberían centrarse en encontrar a Illidan más que ayudar a unos desconocidos, pero Tyrande insistió en que no podían dejarles desprotegidos ya que estaban en deuda con ellos - fueron miembros de la Alianza en Kalimdor que los ayudó contra la Legión Ardiente. Tyrande y Maiev frustraron la ofensiva del Azote y finalmente llegaron a la aldea Pyrewood, pero detrás de la aparente calma les estaba esperando una emboscada.

Tyrande dijo a los miembros de la caravana que cruzaran el río, y prometió que los mantendría a raya. Maiev se mofó de su nobleza, diciendo que ella nunca conseguiría retener a tantos efectivos sola. Pero Tyrande, a quien no le preocupaba excesivamente lo que opinara Maiev, confiaba en que Elune podría protegerla y darle fuerzas.

Mientras los muertos vivientes avanzaban, Tyrande llamó al fuego de las estrellas para aplastar a todos los enemigos de su gente, y la avanzadilla cayó ante ella. Pero antes de que pudiera cantar victoria, el puente en el que estaba se derrumbó y Tyrande cayó al río arrastrada por la corriente que la llevaba hacia el corazón del territorio del Azote. Maiev, que no tenía intención de ayudarla, le dijo a sus aliados Sin'dorei que la ayudaran a cazar a Illidan en lugar de salvar a Tyrande.

Sacando fuerzas de flaqueza, Tyrande consiguió superar la corriente y agarrarse a unas piedras que formaban una pequeña isla en medio del río mientras la Plaga, que merodeaba por la orilla, la hostigaba una y otra vez. Tyrande temió que este fuera su final pero para su sorpresa, Illidan apareció volando por la ribera del río luchando para llegar a su posición y la rescató, haciéndole atravesar un portal hasta un lugar seguro. A Tyrande no le quedaba otra opción que confiar en él.

Cuando salieron del Portal, Tyrande admitió estar sorprendida ante este cambio de situación, y averiguó que Malfurion e Illidan habían unido fuerzas para salvarla. El druida le dijo a su hermano que gracias a él, habían salvado la vida, pero que nunca más debería ser una amenaza para los Kal'dorei. Illidan lo comprendió, y se fue a través de otro portal. Maiev apareció en ese instante, furiosa al ver que Malfurion había dejado escapar de nuevo a Illidan, y ordenó a sus tropas entrar en el Portal. Tyrande trató de detenerla, pero Malfurion le dijo con resignación que no gastara saliva. Maiev se había convertido en un avatar de venganza, y no volvería a atender a razones.

Con un gran suspiro, Tyrande invitó a Malfurion a volver a casa con ella para tomerse un merecido descanso.

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