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Sylvanas, Aliada en la Campaña del Azote y se vuelve enemiga durante el complot de los Señores del Terror en contra de Arthas

 

El informe oficial de la batalla de Lunargenta narra como Sylvanas luchó y murió en defensa de su patria contra las hordas de los no-muertos. Deja claro que su cuerpo no recibió los honores adecuados debido a que se consumió en el incendio que asoló más de la mitad de la capital elfa. La historia de Rhonin era diferente: Sylvanas fue capturada, horriblemente mutilada, y finalmente asesinada por placer por Arthas. En esta versión de los hechos, su cuerpo fue llevado a un templo oscuro, donde Arthas corrompió su alma y la transformó en una alma en pena, un fantasma inquietante y triste, y la dejó vagar por las ruinas de Quel'Thalas. En verdad, como Sylvanas agonizó después de ser empalada por la Agonía de Escarcha, le dijo a Arthas que acabase con ella, diciendo que se merecía una muerte limpia. Habiendo tenido que luchar contra ella cada paso del camino, Arthas respondió diciéndola que lo último que le daría era la paz de la muerte. Momentos después Sylvanas cayó en una oscuridad reconfortante, sintiendo una angustia que nunca había conocido. Arthas arrancó su alma y Sylvanas Brisaveloz se convirtió en la primer alma en pena de los elfos nobles. Fue capaz de dar voz a su dolor, y al hacerlo ella, causaría dolor a los demás. Su cuerpo fue lanzado a un carro de despojos, perdido entre miles de cadáveres que la Plaga había ido recolectando y más tarde lo sellaron en un ataúd de hierro como un acto más de venganza contra la General Forestal. 

Sylvanas, ahora una alma en pena, la concedieron una serie de habilidades no convencionales. Aunque con su voluntad límitada completamente, en un proceso que se asemeja al de un maestro de marionetas de hilo, Arthas le permitió conservar su conciencia de sí misma - para que pudiese ser testigo de la destrucción de su pueblo. Sylvanas fue llevada a Lunargenta como un trofeo, y aunque los elfos se asombraron, Sylvanas no les pudo ayudar aunque se sintió orgullosa al contemplar que continuaban su inútil lucha contra Arthas. Aunque Arthas había podido hacer un puente con los cadáveres para pasar el primer, no pudo hacer lo mismo para alcanzar Quel'Danas y la Fuente del Sol. Entonces, Arthas sumergió la Agonía de Escarcha en el océano y creó un camino de hielo en su lugar.

Así comenzó su brutal asalto a la Fuente del Sol, y Sylvanas vio impotente cómo se involucraba en un combate con el gobernador elfo noble elfo, el Gran rey Anasterian Caminante del Sol. Esperaba que el anciano rey pudiese acabar con él, aunque sabía que no era posible. Sus esperanzas aumentaron cuando Anasterian logró desmontar a Arthas por herir gravemente su corcel esquelético, Invencible, aunque sólo sirvió para enfurecer aún más Arthas y el Rey Anasterian cayó ante de la Agonía de Escarcha. Sylvanas fue testigo del renacimiento de Kel'Thuzad a través de la destrucción de la Fuente del Sol, y superada por el dolor, soltó un grito que casi ensordeció el ejército, pero sólo divertió a Arthas. Sin embargo, Sylvanas no pudo dejar de sentir eufória al ver que el traidor de Quel'Thalas - Dar'Khan Drathir - también cayó. Con eso, la poderosa nación élfica de Quel'Thalas sufrió su época más oscura. La antigua General Forestal acompañó a Arthas a una puerta demoniaca, donde Kel'Thuzad se comunicó con Archimonde. El demonio les instruyó atacar Dalaran y Sylvanas se burló de Arthas ya que pudo ver dentro de él un indicio de arrepentimiento - perteneciente a alguien del que tenía "buenos recuerdos" - Jaina Valiente. Arthas la silenció rápidamente, ejerciendo su dominio sobre su espíritu, aunque Sylvanas no pudo reprimir una sonrisa de satisfacción. También estuvo presente durante la caída de Dalaran, matando a sus magos. 

Sylvanas se convirtió en uno de los generales de Arthas que permaneció en Lordaeron junto a Kel'Thuzad bajo la supervisión de los señores del terror, quienes se había quedado en Lordaeron para protegerlo en nombre de la Legión. Cuando Archimonde fue derrotado en la Batalla del Monte Hyjal, Sylvanas se enteró rápidamente por medio de Kel'Thuzad. Sin embargo, los meses pasaron y los señores del terror seguían ignorando el destino de su maestro. VarimathrasDetheroc y Balnazzar recibieron la noticia de boca de Arthas a su regreso de Kalimdor tras lo cual huyeron ante el riesgo que corrían al encontrarse rodeados de los ejércitos de muertos bajo sus órdenes.

Arthas ordenó acabar con todo resto de vida de Lordaeron como tributo a Ner'zhul. Kel'Thuzad informó de que los supervivientes humanos estaban huyendo por el paso de las montañas de manera que ambos, con la ayuda de Sylvanas, se dirigieron allí para evitarlo. A pesar de los esfuerzos del paladín Dagren el Asesino de Orcos, Sylvanas y sus almas en pena dieron buena cuenta de los refugiados humanos que intentaban escapar y aniquilaron a los civiles que se encontraban junto a los paladines. En este punto, el debilitado Ner'zhul comenzó a perder el control sobre la mente de Sylvanas y diversas almas en pena. Consciente de ello, Sylvanas decidió ocultar este hecho a Arthas y Kel'thuzad mientras continuaba a sus órdenes. Los señores del terror contactaron con ella intentando que se uniera a su causa en una reunión secreta. Sylvanas les contó que los poderes de Arthas estaban empezando a disminuir debido a la debilidad de Ner'zhul y les ofreció su ayuda pero solo a cambio de que se llevara a cabo según sus propios términos. Los señores del terror planearon matar a Arthas en la capital de Lordaeron pero Sylvanas ideó un plan de contingencia en el caso que Arthas huyera. Mandó a un grupo de almas en pena para que escoltaran al príncipe hacia los bosques donde le esperaría. Sin embargo Arthas sobrevivió a la emboscada de los nathrezim y las almas en pena siguieron el plan previsto escoltando a Arthas y matando a sus guardaespaldas. Sylvanas había recuperado ya su antiguo cuerpo físico e insufló su corrupto espíritu en él de manera que se convirtió en un ente no-muerto corpóreo. Escondida entre las sombras, Sylvanas lanzó una flecha que había creado ella misma contra Arthas. El proyectil envenenado le alcanzó paralizándolo. Furioso por su traición, Arthas exigió una muerte rápida a lo que Sylvanas se negó recordándole el calvario que le hizo pasar a ella. Fue entonces cuando apareció Kel'Thuzad acabando con los apoyos de Sylvanas y haciéndola huir. Tras descubrir que el vínculo que antaño tuviera con el mundo natural había desaparecido, se enfureció y comenzó a investigar un campo que ahora era mucho más cercano a ella: la nigromancia. Uniendo las técnicas de guerra élficas con los poderes oscuros, desarrolló un estilo de combate completamente nuevo. Sería el nacimiento de los forestales oscuros. Arthas pudo llegar así a Rasganorte, siendo requerido para ayudar al Rey Exánime mientras que Kel'Thuzad desapareció sin dejar rastro. Sylvanas y otros no-muertos se vieron libres del control de Ner'zhul, a pesar de que mantuvieran un aspecto externo tan abominable. Mientras Sylvanas pensaba en lo que haría a continuación, fue interrumpida por Varimathras, el señor del terror la felicitó por haber expulsado al príncipe, y la invitó a formar parte de la nueva orden que sus hermanos estaban organizando. Sylvanas, sin embargo, se cuidó mucho de renunciar a la nueva libertad que había conseguido para los suyos, y se negó. Varimathras le advirtió que si no estaba con ellos estaba contra ellos, y la dejó sola. La forestal comprendió que su campamento sería atacado en breve, y que su ejercito de almas en pena no sería rival para las fuerzas de los grandes demonios. Necesitaba aliados, y pronto. Rastreando los alrededores, Sylvanas encontró un grupo de criaturas que serían perfectas para sus planes. Mandó a sus almas en pena a poseer a sus líderes: Jarra'thol de los ogros, Blackthorn de los bandidos, Melegruños de los gnoll, Zul'rogg de los trol del bosque y el Rey Múrloc. Varimathras finalmente llegó al lugar, sólo para ver como sus fuerzas eran engullidas por semejante mezcla de adversarios. El señor demoníaco pidió a Sylvanas que le perdonara la vida a cambio de informarla sobre la posición de los campamentos de sus hermanos. A Sylvanas no le cabía duda de que no era de fiar, pero pensó que podría controlarle y que podría usarlo contra el ejército de Detheroc. Detheroc había subyugado la voluntad de Garithos que ahora era su siervo, así como sus hombres, que los usaba como ejército personal. Sylvanas mandó a sus almas en pena que se hicieran con el control de un par de exploradores humanos, y se infiltraran así en su campamento. Por la noche, mientras los humanos descansaban, las infiltradas abrieron sigilosamente el portón del campamento a las tropas de Sylvanas, que irrumpieron asesinando a todo el que se encontraron. La alarma sonó, pero era demasiado tarde. Desorganizadas, las fuerzas del demonio fueron destruidas rápidamente. Sylvanas retó a Detheroc a combate singular, acabando rápidamente con él. Una vez eliminado el señor de los demonios, Garithos y sus soldados se vieron liberados del conjuro de control. La elfa comprendió que no era más que un estúpido arrogante, y le convenció para que le ayudara en su lucha por conquistar Lordaeron, a cambio de darle el control de la ciudad una vez acabada esta. Evidentemente, no pensaba cumplir dicha promesa. La noche antes de atacar la Ciudad Capital, Sylvanas se reunió con los no-muertos liberados. Habló acerca de su propósito en el mundo y si la ayudarían a volver a tomar la Capital. Lydon le preguntó lo que hizo con los humanos de Garithos. Ella respondió que ellos sólo sirven para la batalla. La capital sufrió un ataque a tres bandas, con Garithos por el sur, Sylvanas por el este y Varimathras por el noroeste. Las fuerzas de Balnazzar intentaron por todos los medios parar a los asaltantes, pero fue en vano. Con Balnazzar atrapado, Sylvanas ordenó a su hermano, Varimathras, que acabara con él. Varimathras dudó, ya que un señor del terror tiene prohibido matar a otro, pero ante las amenazas de Sylvanas cedió, acabando con la vida de su hermano, más tarde se supo que Balnazaar no murió y acabó infiltrándose como el líder de la Cruzada Escarlata. No dudó tanto cuando también se le ordenó asesinar a Garithos. Con todos sus enemigos eliminados, Sylvanas se proclamó como la líder de los Renegados. Nunca más seguirían a la Plaga o a la Legión, a partir de ahora eran libres de tomar su propio camino, y acabarían con todos los que se les interpusieran. Sylvanas rápidamente fundó su nuevo imperio de no-muertos. Liberando a muchos no-muertos del dominio del Rey Exánime y organizandolos en una nueva nación propia, Sylvanas atacó las catacumbas reales bajo las ruinas de la Ciudad Capital - Entrañas - y se hizo cargo de los Renegados. Desde que situaron allí su residencia, los Renegados han trabajado duro para completar la construcción de Entrañas dragando el enrevesado laberinto de catacumbas, tumbas y mazmorras que comenzó Arthas. 

Con todos sus enemigos eliminados, Sylvanas se proclamó como la líder de los Perdidos. Nunca más seguirían a La Plaga o a la Legión, a partir de ahora eran libres de tomar su propio camino, y acabarían con todos los que se les interpusieran.

No se sabe ciertamente cuales fueron los planes que Sylvanas urdió en estos momentos. Algunos dicen que viajó a Rasganorte y otros que prefirió reforzar la posición del nuevo emplazamiento de los Renegados, una ciudad que los reuniría a todos y a los que Sylvanas gobernaría bajo su enigmática figura.

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