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Los meses pasaban y cada vez eran más los prisioneros orcos capturados y hechos prisioneros en los campos de internamiento. Cuando los campos empezaron a desbordarse, la Alianza se vio obligada a construir nuevos campos en las planicies del sur de las Montañas Alterac. Para poder mantener adecuadamente el creciente número de campos, el Rey Terenas estableció un nuevo impuesto a las naciones de la Alianza. Este impuesto alimentó las disensiones entre los líderes de la Alianza, que ya se mostraban descontentos a causa de las crecientes tensiones políticas que derivaban de las discusiones fronterizas. Parecía que ese frágil pacto que las naciones humanas habían fraguado en su hora más oscura podía romperse en cualquiermomento.

En medio de esa confusión política, muchos de los guardianes de los campos empezaron a notar un inquietante cambio en sus prisioneros orcos. Sus esfuerzos por escapar de los campos habían ido disminuyendo con el tiempo. Ni siquiera peleaban entre ellos con la misma frecuencia que antes. Los orcos estaban volviéndose más letárgicos y distantes. Aunque era difícil de creer, los orcos, que una vez habían sido la raza más agresiva que jamás se hubiera visto en Azeroth, habían perdido por completo su voluntad de luchar. Ese extraño letargo confundió a los líderes de la Alianza y fue extendiéndose entre los orcos que se iban debilitando rápidamente.

Había quien conjeturaba que la causa del desconcertante letargo de los orcos podía ser alguna enfermedad extraña que sólo les afectaba a ellos. Sin embargo, el Archimago Antonidas de Dalaran expuso una hipótesis diferente. Investigando entre lo poco que pudo encontrar sobre la historia orca, Antonidas averiguó que durante muchas generaciones los orcos habían estado bajo la atroz influencia de un poder demoníaco (o de magias de brujo). Pensó que esos poderes demoníacos habían corrompido a los orcos por incluso antes de su primera invasión de Azeroth. Era evidente que los demonios habían cortado la sangre de los orcos, cosa que aseguraba a esas bestias una fuerza, una resistencia y una agresividad sobrenaturales.

Antonidas explicó su teoría de que el letargo comunitario de los orcos no era una enfermedad real sino una abstinencia racial a largo plazo: la extinción de las volátiles brujerías que los habían convertido en unos aterradores guerreros sedientos de sangre. Aunque los síntomas estaban claros, Antonidas no fue capaz de encontrar una cura para los orcos. Muchos de sus compañeros magos, así como algunos notables líderes de la Alianza, argumentaron que encontrar una cura para los orcos sería una empresa imprudente. Antonidas, después de reflexionar sobre la misteriosa condición de los orcos, concluyó que la única cura para su mal tenía que ser una cura espiritual…

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