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El jefe de los guardianes de los campos de internamiento, Aedelas Lodonegro, vigilaba a los orcos prisioneros desde su fortaleza-prisión, Durnholde. Un orco en particular siempre había despertado su interés: el niño huérfano que había encontrado hacía casi dieciocho años. Lodonegro crió al joven como a un esclavo favorecido y lo llamó Thrall. Le enseñó táctica, filosofía y a combatir. Fue entrenado incluso como gladiador. Durante todo el tiempo, el alcaide corrupto quería moldear al orco en un arma.

A pesar de su dura educación, el joven Thrall se convirtió en un orco fuerte y de mente ágil, que en su corazón sabía que la vida de esclavo no era para él. Mientras crecía y maduraba, aprendió cosas sobre su pueblo, los orcos, a los que nunca había conocido: después de su derrota, habían enviado a la mayoría a campos de internamiento. Los rumores decían que Martillo Maldito, el líder orco, había escapado de Lordaeron y se estaba escondiendo. Solo un clan oculto operaba en secreto, intentando evitar los vigilantes ojos de la Alianza.

El inexperto pero lleno de recursos Thrall decidió escapar de la fortaleza de Lodonegro y buscar a otros de su raza. Durante sus viajes, visitó los campos de internamiento y descubrió que la antaño poderosa raza se había vuelto, extrañamente, letárgica y depresiva. Al no encontrar a los orgullosos guerreros que esperaba descubrir, Thrall partió para encontrar al último jefe orco que no había sido derrotado: Grom Grito Infernal.

Perseguido constantemente por los humanos, Grito Infernal conservaba sin duda alguna la imparable voluntad de luchar de la Horda. Ayudado solo por su propio clan Grito de Guerra, Grito Infernal seguía luchando una guerra oculta contra la opresión de su acosado pueblo. Por desgracia, Grito Infernal nunca pudo encontrar una forma de sacar de su estupor a los orcos capturados. El impresionable Thrall, inspirado por el idealismo de Grito Infernal, desarrolló una fuerte empatía por la Horda y sus tradiciones guerreras.

Buscando la verdad de sus propios orígenes, Thrall viajó al norte para encontrar al legendario clan Lobo Gélido. Aprendió que Gul'dan había exiliado a los Lobos Gélidos durante los primeros días de la Primera Guerra. También descubrió que él era el hijo y heredero del héroe orco Durotan, el verdadero jefe de los Lobo Gélido, asesinado en los bosques hacía veinte años.

Bajo la tutela del venerable chamán Drek'Thar, Thrall estudió la antigua cultura chamánica de su pueblo, que había caído en el olvido bajo el malvado gobierno de Gul'dan. Con el paso del tiempo, Thrall se convirtió en un poderoso chamán y tomó el puesto que le pertenecía por derecho: jefe de los exiliados Lobos Gélidos. Fortalecido por los propios elementos y empujado a descubrir su destino, Thrall se lanzó a liberar a los clanes cautivos y curar a su raza de la corrupción demoníaca.

Durante sus viajes, Thrall encontró al anciano Jefe de Guerra, Orgrim Martillo Maldito, que había estado viviendo como un ermitaño durante muchos años. Martillo Maldito, que había sido un gran amigo del padre de Thrall, decidió seguir al joven visionario orco para ayudarle a liberar a los clanes cautivos. Apoyado por muchos de los jefes veteranos, Thrall finalmente consiguió revitalizar a la Horda y darle a su pueblo una nueva identidad espiritual.

Para simbolizar el renacimiento de su pueblo, Thrall volvió a la fortaleza de Lodonegro de Durnholde y puso un final decisivo a los planes de su antiguo maestro asediando los campos de internamiento. Pero la victoria tuvo un precio: durante la liberación de un campo, Martillo Maldito cayó en la batalla.

Thrall recogió su legendario martillo de guerra y vistió su armadura de placas negra para convertirse en el nuevo jefe de guerra de la Horda. Durante los siguientes meses, la pequeña pero volátil Horda de Thrall echó abajo los campos de internamiento y bloqueó los mejores esfuerzos de la Alianza para contrarrestar sus astutas estrategias. Animado por su mejor amigo y mentor, Grom Grito Infernal, Thrall trabajó para asegurarse de que su pueblo jamás volviera a ser esclavizado.

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