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Después de la destrucción del segundo Portal Oscuro, la Alianza logró reunir a la mayor parte de los clanes orcos renegados que todavía quedaban en Azeroth. Los campos de internamiento de orcos, que se construyeron poco después de Segunda Guerra, estaban a rebosar y eran custodiados en todo momento. Aunque el recién llegado clan de los Warsong había escapado hasta entonces a la ira de la Alianza, sólo había un grupo lo suficientemente grande y fuerte para alterar la frágil paz que se había establecido en Lordaeron: el clan Dragonmaw.

El clan Dragonmaw, liderado por el insidioso brujo Nekros, había conquistado y mantenido una amplia zona del Khaz Modan septentrional, utilizando dragones y pequeñas unidades de soldados de a pie. Nekros mantenía su poder sobre la Reina de los Dragones, Alexstrasza, y su ejército de dragones rojos voladores gracias a un potente artefacto conocido como Alma de Demonio. Nekros estableció su base en el antiguo bastión enano de Grim Batol, construyó un gran ejército y planeó reunir a la fallida Horda. Pero a pesar del poder del brujo, la intervención del temerario mago Rhonin arruinó los planes de Nekros. Rhonin y sus compañeros, ayudados por guerreros de la resistencia enana, lograron destruir el Alma de Demonio y liberaron a Alexstrasza del control orco. Los vengativos dragones rojos incineraron al clan de los Dragonmaw y acabaron definitivamente con el último bastión del poder orco del mundo.

Con la muerte de Nekros, el último brujo orco, los orcos, abandonados en los concurridos campos de internamiento, cayeron en un letargo atroz. Despojados de su voluntad de luchar e incluso de la de morir, los orcos perdieron toda conciencia de sí mismos como guerreros y también los rasgos de la orgullosa cultura que les había dado vida.

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