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Kil’jaeden lanzó el arca de hielo de Ner’zhul al mundo de Azeroth. El cristal endurecido atravesó como un rayo el cielo de la noche y se estrelló en el desolado continente ártico de Northrend. Quedó enterrado en las profundas y sombrías galerías del glaciar Corona de Hielo. El cristal congelado, deformado y marcado por su violento descenso, parecía ahora un trono... y el espíritu vengativo de Ner’zhul se agitaba en su interior.

Desde los confines del Trono de Hielo, Ner’zhul empezó a expandir su vasta conciencia y a tocar las mentes de los habitantes de Northrend. Esclavizó con sorprendente facilidad las mentes de muchas criaturas indígenas, como trolls de hielo y fieros wendigos, y arrastró a sus malvados hermanos hasta su creciente sombra. Descubrió que sus poderes psíquicos eran casi ilimitados y los utilizó para crear un pequeño ejército al que albergó en los retorcidos laberintos de la Corona de Hielo. Mientras el Rey Lich dominaba sus crecientes poderes bajo la persistente vigilancia de los Señores del terror, descubrió un remoto asentamiento humano en la periferia de la Tierra de los Dragones. Ner’zhul decidió poner a prueba sus poderes y también a la terrible plaga utilizando a los desprevenidos humanos como objetivo.

Ner’zhul envió la plaga de los muertos vivientes que había tenido origen en la profundidad del Trono de Hielo hacia los páramos árticos. Controlando la plaga tan solo con su voluntad, la condujo directamente hacia la aldea humana: en tres días todas las almas humanas del lugar estaban muertas, y en un periodo de tiempo sorprendentemente breve los aldeanos muertos empezaron a alzarse como cuerpos zombificados. Ner’zhul podía sentir cada uno de sus espíritus y pensamientos como si fueran los suyos propios. La agitación cacofónica de su mente hizo a Ner’zhul todavía más poderoso, como si los espíritus le proporcionaran un alimento largamente ansiado. Se dio cuenta de que controlar las acciones de los zombis y dirigirlos hacia donde él quisiera era un juego de niños. En los meses siguientes, Ner’zhul continuó experimentando con su plaga de muertos vivientes al subyugar a todos los habitantes humanos de Northrend. Con un ejército de muertos vivientes que crecía cada día, sabía que el momento de su prueba definitiva estaba cerca.

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