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Archimonde, Hizo apariciones en la Campaña de los Muertos Vivientes y en la Campaña de los Orcos. Es un enemigo en la Campaña de los Elfos Nocturnos

 

Veinticinco mil años atrás, Archimonde fue uno de los tres líderes (los otros eran Kil'jaeden y Velen) de los eredar en su mundo de origen, ArgusSargeras contactó con los tres mandatarios ofreciéndoles inmenso poder a cambio de su total lealtad. Archimonde y Kil'jaeden aceptaron sin dudar dicha oferta, sin embargo Velen no solo la rechazo, sino que se rebeló y huyó de Argus junto a sus seguidores, los draenei.

Archimonde fue designado con el rango de comandante de campo de las fuerzas de la Legión Ardiente; su función era dirigir las tropas y supervisar las invasiones militares. Kil'jaeden se encargaba de las operaciones secretas y reclutaba nuevas razas y esbirros para la Legión. Debido a sus cargos, cada uno creó su propio linaje de demonios que competían entre ellos por el favor de sus amos. Los señores del foso y guardias apocalípticos servían a Archimonde; mientras que los señores del terror y sacerdotes de las Sombras siguieron a Kil'jaeden. 

Unos quince mil años después, cuando el temerario uso de magia por parte de la Reina Azshara atrajo la atención de Sargeras, Archimonde, Mannoroth y Hakkar el Señor de los Sabuesos encabezaron la catastrófica y destructiva invasión de Azeroth, a los que siguieron los miles de demonios de sus filas atravesaron el portal bajo el Pozo de la Eternidad arrasando con cada estructura y cada criatura que se cruzaba en su camino.

Sin embargo, un joven druida llamado Malfurion, reunió un pequeño grupo de elfos de la noche y, con la ayuda de los aliados de Cenarius combinados con los dragones de Alexstrasza, lograron rechazar a las hordas demoniacas. En la titánica batalla, el portal por donde entraban los demonios se volvió inestable y se colapsó, provocando el Gran Cataclismo que dividió el mundo y enviando a Archimonde y sus esbirros de vuelta al Vacío Abisal

Archimonde permaneció diez mil años en el oscuro exilio del Vacío Abisal planeando una nueva invasión. Su compañero, Kil'jaeden, encontró la forma de volver a Azeroth a través del brujo orco Ner'zhul y, en parte, de Gul'dan desde en el mundo de Draenor. Con la siniestra ayuda de Mannoroth, los jefes de los clanes orcos del planera rojo fueron corrompidos, y el ansia de sangre cayó sobre ellos, enfrascándoles en una guerra que arrasó su propio mundo. Los orcos fueron elegidos para ser los heraldos que anunciaran el regreso de la Legión, destruyendo todo aquello que creían podía interponerse a los deseos de los demonios. Sin embargo, tras el éxodo a Azeroth a través del Portal Oscuro y la destrucción de Draenor, la Horda fue derrotada por los humanos de Arathor y sus aliados, haciendo fracasar la impía misión de los orcos.

A pesar de todo, Kil'jaeden encontró una nueva herramienta para su malévolo plan. Tras encontrar a Ner'zhul, que había escapado de Draenor junto a su clan, fue torturado y transformado en el Rey Exánime, un ente sin alma dotado con un gran poder, al que Kil'jaeden encerró en una cámara de hielo para que no pudiera escapar y lo envió a Azeroth desde el Vacío Abisal. Ner'zhul aterrizó en un glaciar en el continente helado de Rasganorte donde creó un veneno que transformaba a los vivos en muertos vivientes. Tras un tiempo reuniendo efectivos, fue capaz de crear un ejército con el que invadir nuevamente Azeroth, allí donde los orcos habían fracasado.

Las expectativas se cumplieron, e incluso se vieron superadas. La Plaga tuvo un gran éxito y gracias a dos de sus comandantes, Arthas y Kel'Thuzad, que robaron el Libro de Medivh, se consiguió invocar a Archimonde de nuevo en Azeroth. 

Nada más materializarse en Azeroth, la primera orden de Archimonde fue poner a Tichondrius al mando de La Plaga, aduciendo que el Rey Exánime había cumplido su propósito y ya no era de más utilidad. Sin embargo Archimonde desconocía que el Ner'zhul había estado preparando en secreto, un plan alternativo para evitar ser destruido, ahora que su presencia carecía de valor para la Legión.

Archimonde demostró su poder destruyendo la ciudad de Dalaran con un poderoso hechizo que convocó con una sola mano, debilitando más si cabe la defensa del reino humano de Lordaeron en el norte. Sus hordas de demonios pronto empezaron a llegar, y al frente de ellas se encontraba nuevamente Mannoroth. Juntos recorrieron Lordaeron, arrasando lo que encontraban a su paso.

Tichondrius no tardó en darse cuenta que los orcos habían desaparecido, motivo por el cual, los demonios se lanzaron a su búsqueda már a través hasta llegar a Kalimdor. Allí descubrieron también a los elfos de la noche que los habían derrotado diez mil años antes, ayudados por la presencia del semidios Cenarius. Archimonde, Mannoroth y Tichondrius trazaron un plan para volver a esclavizar a los orcos y tratar de destruir a los elfos. Su estrategia tuvo cierto éxito ya que, nuevamente, la sangre de Mannoroth fue consumida por Grom y su clan que se corrompieron y acabaron con Cenarius. Sin embargo, Grom fue liberado de la maldición demoniaca gracias a Thrall y Jaina, que le plantaron cara a Mannoroth acabando con su vida y liberando a los orcos de la maldición.

A pesar de las muerte de Mannoroth, Archimonde logró lo que quería: la destrucción de Cenarius. Con el semidios muerto, dio la orden para que comenzara la invasión de Kalimdor donde solo los elfos liderados por la sacerdotisa Tyrande parecían plantarles cara. El objetivo de Archimonde se encontraba en al cima del Monte Hyjal. Allí se encontraba Nordrassil, el Árbol del Mundo que se había plantado tras la Guerra de los Ancestros y que atesoraba la mayor fuente de poder que conocía Azeroth.

Tras abrirse paso luchando contra los Centinelas y el ejército unificado de la Alianza y la Horda, que habían aunado esfuerzos para detener el avance de los demonios, Archimonde se dirigió hacia la cima de Hyjal mientras Tichondrius usó la Calavera de Gul'dan para corromper los bosques de Vallefresno, consiguiendo que muchas criaturas se unieron a su ejército.

Sin embargo, la Legión sufrió un contratiempo cuando Tichondrius fue derrotado por Illidan que robó la calavera de Gul'dan y adquirió increíbles poderes. Su muerte no pareció preocupar a Archimonde que nombró a Anetheron, como su sucesor, ayudado por Ira Fríoinvierno, uno de sus exánimes más leales. 

Cuando la Legión llegó al Monte Hyjal, Archimonde se dirigió hacia Nordrassil mientras su ejército mantenía ocupados a la resistencia de la Alianza y la Horda. Una vez allí, comenzó a drenar las energías del Árbol del Mundo, del que no solo consiguió un gran poder sino que atacaó la fuente de inmortalidad de los elfos. Viéndose amenazados, Tyrande, Thrall y Jaina junto a los trol Diente Oscuro, y los Furbolgs de piel de corteza consiguieron acabar con Azgalor (el sucesor de Mannoroth como líder de los Señores del Foso), Ira Fríoinvierno y Anetheron, dejando a Archimonde solo al frente de la Legión.

Cuando los supervivientes de las bases humanas, orcas y élficas llegaron a la cima, se encontraron a un gigantesco Archimonde encaramado a Nordrassil, dispuesto a acabar con el Árbol sagrado. Ningún mortal parecía poder detenerle, algo que el propio Archimonde pronto comprendió, dejando de prestar atención a aquellos que se congregaban a sus pies para asistir a la victoria de la Legión. Demasiado insignificantes y demasiado lejos como para poder llegar a tiempo para detenerlo.

Fue entonces cuando Malfurion hizo sonar el Cuerno de Cenarius, haciendo que los miles de fuegos fatuos que se congregaban a los pies de Nordrassil, se dirigieran hacia el demonio y lo envolvieran, provocando una gigantesca explosión que no solo consumió a Archimonde, sino que incineró toda la vegetación de la cima de Hyjal, Nordrassil incluído, que quedó arrasada, pasto de las llamas.

Archimonde se había ido para siempre mientras que Nordrassil se recuperaría con el tiempo. La propia naturaleza encargaría de devolver el equilibrio al mundo.

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